Octodad: Dadliest Catch
Locke
Young Horses, Inc.
Steam 13,99€
Humble Store 10,99€
El control de un videojuego es su esencia, es lo que conecta juego con jugador, lo que diferencia una película de una experiencia interactiva. Un juego con un control deficiente no invita a ser jugado por muy buenos que sean el resto de sus apartados y por eso los desarrolladores se esfuerzan por dotar a sus creaciones de unos controles lo más atractivos y agradables posibles. ¿Pero qué sucede cuando un desarrollador decide saltarse a la torera este axioma y se esfuerza al máximo por crear el peor control posible? Y no solo eso ¿qué pasa si todo el juego se construye sobre la base que proporciona un control intencionadamente desastroso? La respuesta es difícil de explicar. Es algo que alcanza la perfección en su propósito de ser malo y por lo tanto se convierte en sobresaliente. Es un indicador en el que la aguja está tan abajo que termina por dar la vuelta completa y reaparece por arriba. Es el motivo por el que juegos como KWOP, Surgeon Simulator o Night Rider Turbo se han convertido en fenómenos de masas.
Seamos justos, el control de Octodad no es malo. No es como esos juegos en los que encuentras unos controles que no responden a tus ordenes, que están mal planificados o que te abruman por su complejidad. El control de Octodad tiene unas premisas muy sencillas y responde bien a nuestras órdenes pero su concepción es inusualmente obtusa: con el gatillo izquierdo levantamos la pierna izquierda de nuestro protagonista y una vez en el aire podemos dirigirla a nuestro antojo hacia el lugar donde queramos dar el paso; la pierna derecha se comporta de idéntica manera y el apéndice que sirve de mano se mueve a nuestro alrededor mediante el stick izquierdo. Como podéis ver tampoco es nada del otro mundo, pero si a este poco habitual control le sumamos las estrambóticas físicas de un protagonista que carece por completo de huesos el resultado es tan disparatado como hilarante. ¿Que a qué se debe esa ausencia de estructura ósea decís? Pues se debe a que el intrépido protagonista de esta aventura no es otra cosa que un pulpo.
Octodad nos pone en la piel de un pulpo que tiene que hacerse pasar por un padre de familia normal y corriente. Su mujer y sus dos hijos no tienen ni idea de su naturaleza animal y él se esfuerza para que siga siendo así a pesar de que incluso las tareas más cotidianas como preparar café y cortar el césped suponen un desafío para su peculiar anatomía. El juego consiste precisamente en eso: hacer todo tipo de tareas del día a día sin revelar nuestra condición de octópodo, así que tendremos que ir al supermercado, cuidar de los niños, cocinar o cortar leña de la forma más natural posible para que nadie sospeche que bajo el elegante traje chaqueta azul marino se esconde un ser igualmente marino.
Los diseñadores del juego han conseguido conectar lo absurdo del argumento con lo extraño del control. Con el mando en las manos realmente nos sentimos torpes y desgarbados por sencillo que sea el objetivo que nos proponen en la pantalla y ahí se encuentra la verdadera gracia del juego. Hay títulos como Super Mario Bros que tienen un control fácil e impecable pero que nos proponen superar unos niveles difíciles y llenos de peligros, y luego está Octodad que es todo lo contrario proponiendonos tareas extremadamente sencillas con un control que nos exige toda nuestra destreza. Es un Super Mario invertido que funciona sorprendentemente bien, que no sólo intercambia con éxito la dificultad de misiones y controles sino también las sensaciones de satisfacción en el jugador, que en esta ocasión no se producen al alcanzar las metas con soltura y de forma elegante sino todo lo contrario. En este juego la autentica gozada es fallar estrepitosamente y ver como nuestros tentáculos descoordinados arrasan con todo lo que tienen a su alcance, se hacen un ovillo mientras resbalamos sobre el suelo encerado y salimos volando para terminar encestados en el carro de la compra de una señora que nos mira atónita mientras empieza a sospechar que quizás ese señor tan elegante que acaba de aterrizar entre sus yogures de bifidus y los cereales para sus hijos no sea tan normal como parecía unos minutos atrás.
Cuando juguemos a Octodad iremos alternando entre la sonrisa y la carcajada desde la pantalla de título hasta el final de la aventura. Por desgracia ese final llegará mucho más rápido de lo que nos gustaría ya que el principal problema del juego es su escasísima duración. Dependiendo de nuestra habilidad nos llevará entre dos y tres horas completar el modo historia, aunque podremos alargar la diversión intentando localizar los tres objetos coleccionables que se esconden en cada nivel y superando los complicados desafíos que nos propone el juego en forma de logros. También gana en rejugabilidad gracias al alocado multijugador para hasta cuatro personas en el que cada uno maneja una extremidad y que pondrá a prueba la coordinación de nuestros amigos y el aguante de nuestra vejiga para no mearnos de la risa en el proceso. Aun así nos habría gustado que el modo principal tuviera al menos el doble de contenido, pero tratándose de un indie de 13 euros hecho por ocho personas tampoco vamos a ponernos demasiado quisquillosos.
Del resto de apartados no hay mucho que decir. Gráficamente está al nivel de PS2 con unos modelos low-poly de aspecto cartoon y animaciones muy sencillas que a pesar de su simpleza sirven para ambientar con soltura el estilo del juego. En este aspecto hay que destacar el diseño del protagonista, que pese a ser un pulpo es mucho más simpático y expresivo que todo el resto de personajes juntos, y sus animaciones basadas en la física de sus tentáculos también parecen más naturales que las del resto de humanos del juego. Es curioso pero es así.
La música no destaca especialmente y es fácilmente olvidable exceptuando el tema principal de Octodad llamado Nobody Suspects a Thing que es una canción con letra francamente maravillosa. El doblaje al inglés tiene un buen nivel y es muy divertido escuchar a nuestro personaje comunicarse mediante unos balbuceos ininteligibles que sorprendentemente su familia consigue descifrar sin el menor problema, aunque dada la escasa duración del juego tampoco es que tenga una barbaridad de líneas de conversación.
En resumen Octodad es un juego con un apartado técnico suficiente y que concentra en su escasísima duración toneladas de diversión. Os queda decidir a vosotros si una experiencia tan efímera merece pagar los 13 euros que cuesta (aunque durante los próximos tres días lo podeis encontrar a menos de 9€ en su página oficial), pero recordad: los mejores perfumes siempre vienen en los frascos más pequeños.
Diversión a raudales
El diseño del protagonista
Demasiado corto para su precio de lanzamiento
La música no es nada del otro mundo